A casi todos nos relaja el mar. Asociamos su sonido a algo placentero y que nos da tranquilidad pero, por desgracia, no para todos es igual. Para mucha gente, su sonido se asocia a sus dramas, a sus trágicas historias, a migraciones forzadas, a guerras de las que huir… vamos, al peor momento de sus vidas. Por eso, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) ha decidido contar sus historias desde esos lugares y esos sonidos que tanto asociamos nosotros al bienestar.
Para ello, han utilizado el símbolo por excelencia de la escucha del sonido del mar. Junto a Ogilvy y Artymer Innova han creado unas caracolas con un dispositivo que, al cogerlas, cuenta algunas de estas trágicas historias, y las han colocado por algunas playas a lo largo de nuestra costa. Una buena manera de recordar que, en cualquier situación, no podemos olvidarnos del resto de puntos de vista.
En caso de guerra, cualquier agujero es trinchera y, en caso de querer comunicar, cualquier cosa puede ser un medio. Si no, que se lo digan a la gente de las Islas Canarias que, para promocionarse en Inglaterra, han echado de mano de algo tan volátil como es la climatología.
Una idea sencilla, curiosa y que remarca el contraste entre punto de salida y destino. La idea es de DEC BBDO.
Visto en Ads of the world.
La donación de órganos se hace desde un planteamiento sencillo: algo que ya nadie necesita, puede salvar a otra persona. Racionalmente, es lo más lógico del mundo. El problema es que, a la hora de hablar de personas, se complica todo un poco. Por eso, la gente de JWT Buenos Aires lo ha llevado a algo más impersonal: los coches.
Reemplazaron las piezas dañadas de los taxis de la ciudad por otras que les permitía seguir estando operativos. Tratando el tema casi como “un recambio”, la postura lógica aflora. Es duro pensar en ello como tal pero, viéndolo así, prima el sentido común.