Por favor, hagamos desaparecer los premios de publicidad. Nos llevan tiranizando demasiado tiempo.

Olvidémonos de Cannes, de los CLIO, de El Sol, del FIAP, del Ojo, del One Show, del D&AD, del Eurobest, de los LIA… olvidémonos de todos.

Dejemos de pagar inserciones de piezas para los festivales y paguemos mejores sueldos a los trabajadores de la creatividad. A todos aquellos que se dejan los cuernos, la salud y la vida en dar lo mejor de sí mismos para clientes que no les valoran en absoluto.

Dejemos de trabajar para los festivales y trabajemos al 100% para los clientes.

Dejemos de alimentar egos a base de case studies.

Librémonos de la tensión constante que implica una mala temporada de premios.

Dejemos de creer que los mejores creativos (otra palabra a desterrar) son los que se hinchan a ganar premios con trabajos que nunca han salido a la luz.

Dejemos de darnos premios a nosotros mismos.

Dejemos de creer que esos premios compensan todo lo malo. Hay mucho que mejorar y puede mejorarse, pero tenemos que librarnos de los vicios aprehendidos.

Somos una industria que permite que otras industrias ganen miles de euros, millones de euros. Ese es nuestro trabajo. Generar conexiones que generen ventas. La efectividad es un baremo, los galardones no.

Acabemos con los premios, porque mientras existen, querré (querremos) ganar todos los posibles. Porque los premios no son un cáncer que no sabemos como ha llegado a nuestro organismo: son una droga. Una droga a la que nos hemos enganchado por incautos y que nos gusta mucho. Demasiado. Una droga de la que siempre querremos más y que no nos hace ningún bien.

Estamos demasiado enganchados a esta mierda. Y cualquier adicción impide que se vean las cosas con claridad.

Y no creamos que los premios son lo que nos hace ser creativos y que no tenerlos nos va a quitar el hambre. Nos gusta hacer cosas nuevas y que funcionen. Hacer trabajos de los que sentirnos orgullosos. Descubrir nosotros para hacer que los demás puedan descubrir. Crear cosas bonitas, útiles, interesantes o que puedan dejar a los demás embobados un rato. Crear. Y eso no hay estatuilla que lo pague.

Por favor, hagamos que desaparezcan los premios. O, qué demonios, que no desaparezcan, pero aprendamos a convivir con ellos. Que no nos obsesionen. Que no sean una meta, sino la recompensa a un trabajo bien hecho. La salud de la publicidad depende de ello.